Más crudo y más humano.

Lo nuevo de Hideo Kojima no se puede explicar, se tiene que sentir. Death Stranding 2: On the Beach es uno de esos juegos que se plantan frente a vos y te preguntan: “¿Querés jugar o querés experimentar?”. Y si venís del primer título, sabés exactamente de qué estamos hablando. Pero si sos nuevo en este universo, prepárate para sumergirte en una obra que desafía tanto al jugador como a las propias reglas del gaming moderno.

Desde los primeros pasos, la secuela deja en claro que no vino a repetir fórmulas. El tono sigue siendo profundamente emocional, cargado de simbolismo, pero el ritmo es otro. La exploración se siente más fluida, menos aislada y más integrada con un mundo que ahora respira con una nueva cadencia. Sam vuelve, sí, pero esta vez no camina solo: la conexión con el entorno, con los personajes, y con los propios dilemas internos del protagonista cobra un nuevo peso. Y como si fuera poco, la geografía cambia por completo. Ya no estamos en una América fracturada, sino en un nuevo territorio que se abre paso como un personaje más dentro de la historia.

Como aperitivo de la nota, se siente que hay una madurez evidente en cómo se presentan los temas: la muerte, la pérdida, la reconstrucción, el aislamiento, el sentido de comunidad. Todo vuelve, pero filtrado por una sensibilidad distinta. Como mencionamos en el subtítulo, más cruda, más humana. Kojima se permite jugar con sus propias ideas, pero también con las del jugador. Hay decisiones que parecen menores y terminan siendo el corazón de una escena. Hay momentos que se estiran más de lo esperado, pero que se ganan su lugar con una simple imagen o un gesto. Pero sin más que agregar en esta intro, vayamos punto por punto a lo que nos interesa.

Un viaje aún más extraño y ambicioso

Kojima Productions vuelve a las andadas con Death Stranding 2: On the Beach, una secuela tan enigmática como ambiciosa, que busca expandir (y en muchos sentidos redoblar) la experiencia que dividió aguas en 2019. Esta vez, con más mundo, más narrativa, más rarezas y, por supuesto, más paquetes. Este nuevo capítulo nos lleva a un Estados Unidos parcialmente reconstruido pero todavía amenazado por fuerzas sobrenaturales y el misterio de la playa, ese limbo entre la vida y la muerte.

Una historia más personal y emocional

El juego retoma la historia de Sam Porter Bridges tras los eventos del primer proyecto, pero con un tono más introspectivo. Ya no se trata solo de reconectar ciudades, sino de entender los vínculos humanos más profundos y enfrentar los traumas del pasado. La narrativa avanza con la cadencia típica de Hideo Kojima: cinematográfica, críptica, cargada de simbolismo y con diálogos que saltan entre lo emotivo y lo filosófico sin pedir permiso.

Esta vez, el foco está puesto en un nuevo viaje hacia territorios desconocidos del mundo post-Death Stranding, con nuevos personajes, entre ellos una misteriosa figura encarnada por Elle Fanning, que juega un rol central. También regresa Fragile, interpretada por Léa Seydoux, con un papel mucho más activo y jugable, dándole al juego una dinámica de doble protagonista.

Gameplay menos repetitivo

Una de las críticas más comunes del primer Death Stranding era su gameplay: caminar por terrenos difíciles con pesados paquetes. Death Stranding 2 no abandona del todo ese loop, pero lo complementa con muchísimas mecánicas nuevas. El sistema de transporte se ha perfeccionado, sumando vehículos anfibios, nuevos gadgets como tirolesas portátiles y la posibilidad de armar estructuras más complejas con ayuda de los NPCs. También se mejoró la IA enemiga y se agregaron nuevas amenazas, tanto humanas como sobrenaturales, que obligan a pensar cada ruta y cada entrega como un verdadero desafío estratégico.

La inclusión de misiones cooperativas asíncronas –una de las joyas del primero– se profundiza aún más: ahora los aportes de otros jugadores pueden ser modificados, reparados o incluso desmantelados para crear nuevas rutas. La sensación de construir juntos, sin cruzarse directamente, sigue siendo uno de los conceptos más únicos del juego.

Apartado técnico: una locura visual y sonora

Gráficamente, Death Stranding 2 es un espectáculo. Aprovecha al máximo el hardware de PS5 con una dirección de arte impresionante y un nivel de detalle en los personajes y entornos que bordea lo fotorealista. Las animaciones faciales son de lo mejor que se ha visto hasta ahora (qué tipazo Norman Reedus) y las transiciones entre cinemáticas y gameplay son prácticamente imperceptibles.

El diseño de sonido sigue siendo un pilar fundamental. La banda sonora, compuesta nuevamente por Ludvig Forssell junto a nuevas incorporaciones, es envolvente y emocional. También regresan temas de Low Roar, cuyo legado se mantiene como emblema sonoro de la saga. Los efectos de ambiente y el uso del audio 3D refuerzan la inmersión total en este mundo devastado pero lleno de belleza melancólica. Si tenés los Pulse 3D de Play, dale para adelante con esos.

¿Qué tal el ritmo del juego?

En términos de duración, el juego ofrece entre 40 y 60 horas para completar la campaña principal, pero los gamers que disfrutan del contenido secundario, la optimización de rutas o la construcción de infraestructura van a encontrar material para mucho más. La dificultad se puede ajustar y, como en el primero, no se trata tanto de combates sino de gestión, planeamiento y resistencia física y emocional.

El ritmo sigue siendo lento, introspectivo, con largos tramos sin acción directa. Para algunos, eso es parte de su encanto; para otros, puede ser un freno. Kojima no busca agradar a todos, sino construir una experiencia personal e intransferible.

Innovaciones jugables y narrativas

Uno de los mayores logros de esta secuela es cómo mezcla gameplay y narrativa de una forma orgánica. Hay nuevas mecánicas relacionadas con el estado emocional de los personajes, como el estrés postraumático, que afecta la jugabilidad. También se incorporan segmentos jugables en la “playa” que funcionan casi como niveles de realismo alterado, con físicas extrañas y reglas distintas, al estilo P.T.

Además, por primera vez, se pueden controlar personajes distintos a Sam, cada uno con su estilo y habilidades particulares. Esta variedad aporta una frescura necesaria para que el juego no caiga en la repetición.

Conclusión de CDF Gaming

Death Stranding 2: On the Beach es una secuela fiel a su esencia, pero no conformista. Amplía los conceptos del original, los desafía y los pone a prueba en un nuevo marco narrativo y jugable. Es raro, poético, denso y profundamente humano. No es para todos, pero para quienes entren en su frecuencia, será una de las experiencias más memorables de esta generación. Kojima sigue haciendo lo suyo: juegos que dividen, pero que no se olvidan.

Nota del redactor

9/10

Deja un comentario